El geólogo Ramón Arrowsmith lanzó una peculiar advertencia a los alumnos que se preparaban para llevar a cabo un trabajo de campo en la remota región autónoma de Xinjiang, en el oeste de China, en 2012: “Usaremos brújulas, palas y martillos, y cinta métrica; será como si estuviéramos en el siglo XIX”. La expedición tenía como objetivo estudiar la actividad sísmica en la falla de Altyn Tagh, al norte del altiplano tibetano, y se desarrolló tal y como Arrowsmith les había descrito. Mientras sus colegas chinos recopilaban información con escáneres láser y sistemas equipados con GPS, los científicos de la Universidad del Estado de Arizona tuvieron que conformarse con herramientas obsoletas.

En aquel momento, a Arrowsmith le pareció que toda precaución era poca. “No hubo ningún problema, pero todos estábamos un poco nerviosos por el incidente del 2007”, explica. Cinco años antes, las autoridades locales habían decidido retener e interrogar a los distintos miembros de otra de sus expediciones a la zona, y requisar los mapas, ordenadores y el material técnico que estaban usando. Después de diez días de incertidumbre y viajes entre la capital provincial, Urumqi, y Pekín, a más de 2.000 quilómetros de distancia, el grupo pudo regresar a su país. “La embajada de Estados Unidos nos escoltó hasta el aeropuerto, porque teníamos miedo a que nos detuvieran de camino”, comenta el geólogo.

No fue hasta tres meses después que las autoridades chinas devolvieron el material requisado a sus propietarios, y ofrecieron su versión de los hechos: sus compañeros chinos habían pasado por alto una nueva normativa, que prohibía a los extranjeros usar determinados métodos para reunir datos topográficos en el país. Arrowsmith admite que deberían haber estado “más familiarizados con la legislación”, pero también cree que los problemas de comunicación y la necesidad de justificar los primeros interrogatorios complicaron la situación.

Mapas bajo sospecha

Desde hace años, Pekín controla obsesivamente cómo China queda representada sobre el papel. Con frecuencia, las autoridades fronterizas han requisado aquellos mapas turísticos que no les parecían “correctos”, y cualquier plano que se publique dentro de sus fronteras debe ser primero aprobado por la Agencia Nacional de Topografía y Creación de Mapas. La legislación, por ejemplo, establece que la escala máxima que pueden usar los cartógrafos es de 1:500.000, un tamaño que ofrece pocos detalles sobre el terreno examinado. Cualquier plano más preciso debe evitar el uso de coordenadas espaciales, según recoge un estudio académico de 2011.

Penas de hasta 130.000 € para extranjeros que realizan investigaciones topográficas sin permiso

Toda información que pueda servir para crear mapas más detallados sobre el país también es perseguida, y la primavera pasada los legisladores chinos decidieron modificar la normativa para establecer penas de hasta 130.000 euros para aquellos extranjeros que lleven a cabo inspecciones topográficas sin el permiso de las autoridades. Distintos ciudadanos de JapónGran Bretaña o Estados Unidos ya se han enfrentado a multas, deportaciones e incluso detenciones por compilar información geográfica de la región. El objetivo final parece claro: “proteger la seguridad de la información geográfica nacional”, y garantizar que el público “usa mapas que representan el territorio chino correctamente”, recogía Xinhua, la agencia de noticias estatal.

Los científicos de otros países también tienen prohibido recopilar información geográfica sin colaborar con un equipo chino, una normativa que, según Arrowsmith, puede ser un lastre para la cooperación internacional. “Los académicos chinos pueden sentirse menos motivados a realizar colaboraciones internacionales, ya que cada vez dominan mejor este campo, y algunos datos son difíciles de compartir y publicar fuera de China”, comenta el geólogo, que recientemente ha centrado sus investigaciones en otros países.

El factor `Lonely Planet´

La limitación va mucho más allá del mundo académico, y puede afectar a todo aquel que visite China, aunque sea sólo para hacer turismo unos días. Las guías de viajes de la editorial Lonely Planetadvierten de algunos pasos fronterizos donde sus libros han sido requisados en distintas ocasiones debido a que el mapa incluido del país no gusta a las autoridades, seguramente por cómo representa alguna de las fronteras disputadas con otros países, o porque excluye la isla de Taiwán. La compañía no ha respondido a las preguntas remitidas por este medio, pero un guía turístico ha confirmado a El Confidencial al menos un incidente de este tipo, que solo se resolvió cuando el visitante accedió a arrancar la hoja con el mapa ‘erróneo’ de su libro.

En 2015, Los Angeles Times describía cómo distintos extranjeros residentes en China también habían visto como la policía requisaba mapas, guías de viaje e incluso globos terráqueos cuando se trasladaban a otros países. Los propios ciudadanos chinos también se ven afectados por las restricciones, que llegan a provocar situaciones embarazosas para la administración. En 2010, por ejemplo, una escuela de Shanghái se enfrentó a una multa por parte del gobierno local, después de impulsar la publicación de un mapa confeccionado por uno de sus alumnos, Ji Xiaoyu, que permitía a los visitantes encontrar fácilmente el autobús más próximo para llegar a la Expo Mundial celebrada en la ciudad. La Agencia de Topografía y Mapeo local ordenó cancelar la impresión de las guías porque no se ceñían a la normativa, según los medios chinos. Es probable que la imagen de un estudiante de instituto creando una guía más eficiente que la del gobiernotampoco les gustara demasiado a las autoridades.

Desafío tecnológico

La llegada de las nuevas tecnologías ha puesto en jaque este estricto control. La aparición de aplicaciones y páginas web con todo tipo de mapas online, algunos creados por los propios internautas, así como de dispositivos que pueden indicar la ubicación exacta de una persona con un margen de error de centímetros, ha obligado a Pekín a regular un sector en evolución constante. La revisión aprobada en abril pretendía clarificar que cualquier servicio como Uber u otras aplicaciones deben dibujar de forma correcta “las fronteras del país” al mostrar la ubicación de los usuarios chinos. “Estos problemas dañan objetivamente la integridad de nuestro territorio nacional”, explicaba He Shaoren, el portavoz del Congreso Popular Nacional, según recogía Reuters.

Coca-Cola fue acusada de reunir información ilegal a través de dispositivos de GPS portátiles

“Todas las grandes compañías, como Google o Tomtom, deben asociarse con una firma local para entrar en el mercado”, explica Dominique Bonte, vicepresidente de la consultora sobre nuevas tecnologías ABI Research. En 2011, el país anunció que hasta 14.000 páginas violaban la normativa sobre cartografía nacional. Uno de los damnificados fue Google Maps: mientras que su web internacional ha permanecido censurada desde entonces en el gigante asiático, la versión local se adhiere a las directrices sobre cómo representar China, y puede ser consultada por los internautas chinos. Bonte apunta que los servidores de estas compañías deben estar ubicados en el país, y que los datos de ubicación emitidos por todos los dispositivos son filtrados por el gobierno, lo cual provoca una “cierta lentitud” en el servicio.

Pero el número de dispositivos con servicios como la geolocalizaciónno deja de aumentar, y el control ha dado lugar a todo tipo de problemas. Así, distintos modelos de cámaras, que en otros países añaden a las fotografías información sobre dónde fueron tomadas, desactivan automáticamente esta opción en China para evitar problemas a los usuarios. La compañía Coca-Cola, por otra parte, fue menos precavida, y acabó siendo acusada de “reunir información ilegal a través de dispositivos de GPS portátiles”, usados para controlar la distribución de sus productos desde sus centros de embotellamiento en el país.

Más allá de la seguridad, Bonte apunta que las restricciones también han servido para fomentar el crecimiento de las firmas locales. “Existe una motivación proteccionista, ya que ayuda a las compañías chinas a expandirse”, argumenta. Mientras Google Maps domina gran parte del mercado mundial, su homólogo local, Baidu Maps, no tiene rival en China.

Otros se preguntan cómo afectarán a los consumidores estas restricciones, a medida que nuevos competidores chinos crezcan en mercados como el de los drones. “Muchos de estos aparatos están programados para no volar en determinadas zonas, como aeropuertos o bases militares. El hecho de que una de las mayores fabricantes de drones, DJI, sea china, plantea cuestiones sobre cómo un régimen centrado en la seguridad puede exportar sus valores regulando la tecnología de sus firmas nacionales”, plantea el analista tecnológico Stefan Geens, autor del blog sobre mapas digitales Ogle Earth.

Imposible de ocultar

Pese a que el gobierno defiende que restringe la recopilación de información geográfica para “salvaguardar la soberanía, los intereses y la seguridad del Estado”, algunos críticos creen que las normas resultan obsoletas en pleno siglo XXI. “Es imposible ocultar este tipo de información al enemigo, aunque en muchas ocasiones entre los rangos medios del gobierno existe una gran paranoia respecto al tema”, explica el geógrafo Denis Wood, autor del libro «The Power of Maps» [“El poder de los mapas”].

Los planos también pueden convertirse en un arma diplomática

Para Wood, el objetivo principal es promover una visión de China “como entidad unificada” que ha permanecido inmutable a lo largo de los siglo entre su población y la comunidad internacional. De este modo, se aglutina bajo un mismo territorio a 55 minorías étnicas diferentes, y decenas de lenguas y dialectos distintos. Las selvas de la provincia meridional de Yunnan, las cumbres nevadas del Tíbet y las llanuras del rio Amarillo quedan cercadas dentro de una poderosa línea continua. Este objetivo se busca incluso en los mapas históricos, ya que, pese a que el imperio chino se expandió y contrajo a lo largo de los siglos, la legislación pide que siempre se muestre la totalidad del territorio nacional actual, independientemente de la extensión controlada en el momento histórico representado.

Wood defiende que este deseo unificador es especialmente importante en las fronteras de los grandes estados, áreas que constantemente pasan de unas manos a otras. Es el caso de China, que actualmente mantiene disputas territoriales abiertas con distintos países vecinos, como India, las FilipinasVietnam o la isla de Taiwán, considerada por Pequín como una provincia china rebelde. El régimen comunista sabe que estas batallas no se ganan solo con una poderosa fuerza militar, sino que los planos también pueden convertirse en un arma diplomática.

 

 

Disputas territoriales en el Mar del Sur de China. (Reuters)

Disputas territoriales en el Mar del Sur de China. (Reuters)

 

 

Nueve rayitas en el mar

En 2012, el régimen comunista decidió empezar a imprimir un nuevo modelo de pasaporte, que contenía un mapa con la línea discontinua de nueve trazos que el país usa para incluir gran parte del Mar del Sur de China y de sus islas dentro de sus fronteras. El cambio causó un incidente diplomático con Vietnam, con quien se disputa parte de las aguas, y sus agentes fronterizos empezaron a emitir un visado aparte para los visitantes chinos, ya que querían evitar validar con los sellos oficiales del país las reclamaciones de Pekín. La tinta del gobierno vietnamita no podía ratificar esa representación oficial de la región, cargada de intenciones políticas.mar sur cm

En julio del año pasado, los nacionalistas chinos demostraron hasta qué punto consideraban la línea de nueve puntos como parte fundamental de su estado. Cuando la Corte Permanente de Arbitraje en La Haya dictaminó, a instancias de una reclamación de Filipinas, que no existían bases legales para que China reclamara el 90% de las aguas del Mar del Sur de China, los usuarios chinos evitaron protestar por la posible pérdida de los islotes o los recursos de la zona. Por el contrario, decidieron empezar a difundir el lema “no podemos perder ni un trazo”, en referencia a las polémicas rayitas que el país usa para dejar clara su soberanía sobre el territorio marítimo en los mapas.

«¡La gran China no hará ‘bullying’ a otros, pero tampoco dejará que otros decidan arbitrariamente por nosotros!», decía ese mismo mes una usuaria de Weibo, el Twitter chino, junto con el popular lema. Curiosamente, la frontera marítima original ya perdió hace más de cincuenta años dos guiones, cuando el gobierno de Mao Zedongdecidió eliminarlos de sus mapas para ceder como regalo el golfo de Tonkín a la Vietnam comunista, según The New York Times.

Una Tierra plana

China no siempre ha mostrado esta obsesión por legitimar sus fronteras sobre el papel. En el siglo III a.C., el funcionario Pei Xu planteó distintos interesantes principios para la elaboración de mapas, aunque asumió erróneamente que la Tierra era un cuadrado plano. Posteriormente, la cartografía china puso su énfasis en describir con texto las distintas zonas representadas, dejando de lado las representaciones más detalladas del territorio. La académica Mei Hlin-Shu sugiere que esta preferencia se debe al escaso valor militar de los mapas analíticos: las batallas del imperio contra tropas enemigas se realizaban en las grandes estepas y desiertos fronterizos, escasamente poblados, donde la defensa se centraba en el control de puntos concretos, incluidas algunas fortificaciones de la Gran Muralla, más que en la vigilancia integral de todo el territorio. Sin necesidad de conocer al detalle el terreno, los cartógrafos se limitaban a apuntar las informaciones más relevantes sobre la zona, para que fueran comprendidas rápidamente por los generales.

No fue hasta finales del siglo XVI que los jesuitas mostraron a los gobernantes chinos cartas que representaban el mundo como una esfera, que impresionaron profundamente a las clases gobernantes. Algo más de cien años después, la corte china encargaba a la orden católica que elaborara el primer atlas del imperio, que acabó usando para delimitar su territorio ante la expansión de la Rusia imperial hacia Asia.

Ya en pleno siglo XX, el gobierno comunista decidió agrupar a todas las editoriales que editaban mapas bajo un mismo sello, Sinomaps, que publica el 90% de los planos chinos, y sigue siendo la única compañía autorizada para crear representaciones del país completo. Pese a este dominio absoluto del mercado, el periodista norteamericano Peter Hessler se sorprendía al descubrir que la firma seguía publicando por separado todo tipo de planos con informaciones detalladas de distintos ámbitos, que se hubieran podido combinar fácilmente: mapas centrados exclusivamente en centros comerciales, en escuelas e instituciones académicas, hospitales y farmacias… “Después de tantos años centrado en usos gubernamentales y militares, Sinomaps no había descubierto aún el concepto de crear una herramienta abierta para el individuo privado”, concluía Hessler en su libro «Country Driving».

La mayor apertura del mercado y las nuevas tecnologías han causado nuevas tensiones en el control de esta información, considerada vital para la seguridad nacional y la soberanía del territorio chino. Sin embargo, algunos recuerdan que las artimañas chinas no distan tanto de las de otros países. “La mayoría de mapas de Estados Unidos se crean a partir de los planos del Servicio Geológico de Estados Unidos, que a menudo borra de sus mapas las imágenes de silos nucleares, el retiro presidencial Camp David e incluso la montaña donde el presidente debe refugiarse en caso de ataque nuclear”, reflexiona el experto en cartografía Denis Wood.